30/5/12

Entre pitos y flautas


Desde hace algunos meses -puede que desde hace algunos años- la política española se mece entre pitos y flautas: pitos que intentan silenciar las flautas, flautas que pretenden camuflar los pitos.
Las noticias, buenas o malas (casi siempre malas), llegan animadas por una banda sonora de aplausos y abucheos que termina por desviar el debate, por enterrarlo bajo una costra de maquillaje sobre la que centrar la discusión y obviar lo esencial por lo accesorio.
Grupos políticos, instituciones, agentes sociales y -sobre todo- medios de comunicación se esmeran en enervar a la claque. Sirven en bandeja argumentos populistas (“-¡Gibraltar español!”-) para con sus vítores acallar los gritos de la otra bancada (“-¡Que pague la Iglesia!”), sin reparar (o sí) en que, con tanto jaleo, no se escuchan los lamentos.
Entre pitos y flautas, 4.744.235 españoles y españolas siguen pidiendo empleo al puñado de defraudadores amnistiados que no saben dónde colocar los millones que milagrosamente nacieron entre las láminas de su somier. Entre pitos y flautas, 58.241 familias siguen buscando dónde dormir después de ser desahuciados por los bancos y se cruzan con los exdirectivos incompetentes que salen por la puerta de atrás con cheques de siete ceros como pago por los servicios prestados.
Entre pitos y flautas, se reducen los salarios -¡ay, el impuesto revolucionario!-, se recortan las prestaciones -¿se acuerdan del estado del bienestar?- y se disparan las tasas -bienvenidos al reino del pago, copago y repago-. Entre pitos y flautas, se retrasa la edad de jubilación -“Si es que estás hecho un chaval”-, aumenta el IVA -Europa somos todos- y se rompen los convenios -con Franco, vivíamos mejor-.
Nos ensordecen con las cifras del déficit, la prima de riesgo y el íbex 35, para que -con el estrépito- perdamos la cuenta de los euros que mes a mes entran de menos en nuestras carteras y para que, entre pitos y flautas, aceptemos como irreversible una situación de la que, encima, nos responsabilizan.
Cuando los pitos reciben a su alteza el heredero en el campo de fútbol, se compensa elevando el volumen de las flautas que interpretan la Marcha Real. Cuando los pitos reprochan los reajustes, las fanfarrias apuntan al despacho de enfrente -"Tú más"-, como si no nos dolieran igual las bofetadas vengan de la mano que vengan.
Es hora de dejarnos de pitos y flautas. De exigir respuestas en lugar de justificaciones, soluciones en lugar de alharacas, resultados en lugar de excusas.
Porque, en definitiva, nos están tomando el pelo. Entre pitos y flautas.

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